lunes, 17 de agosto de 2009

Hace 30 tuve 10

Mi querida amiga Ana cumplió años y, en una forma sumamente creativa, tituló su fiesta “hace 30 tuve 10”. Hagan las cuentas y sabrán cuántos cumplió.

Desafortunadamente ese día de su gran fiesta temática yo no pude asistir porque era la graduación de mi hijo… y como el deber y, sobre todo, el amor llama, pues tuve que faltar a su festejo.

Pero nos recuperamos al ir a comer juntas que, ya saben, es la forma ideal para tratar penas y alegrías. Esta vez la llevé a un lugar al que solía ir con mis hijos cuando estaban pequeños: Stuffa.
Como estábamos celebrando los cuatro lustros, pedimos una botella de Asti, de Viña Ioli. Esas burbujas afrutadas nos supieron a gloria, es un vino espumoso muy fácil de tomar porque no es seco… y no es caro.

Pedimos para empezar una ensalada de berros y piñones con laja de parmesano aderezada con aceite de avellana.

Nos encantó acompañada del tradicional pan que te llega calientito en su tabla y con un ajo macho horneado y mantequilla.

Recuerdo que cuando llevaba a mis hijos, el más pequeño podía comer sólo eso. Ana no sabía qué pedir, pero yo le dije que cualquier cosa que ordenara estaría estupenda. Entonces se decidió por uno de mis platillos favoritos, que es el salmón con mantequilla caramelizada. Yo opté por el fetuccini con pato.

Ana no podía creer que nunca hubiera pisado el lugar. –Es que está un poco escondido, pero te digo que tiene años-, le dije, y eso ya es una buena carta de presentación.

Platicamos de su fiesta, de mi vida, de su novio, de mi soledad, de sus hijos, de los míos y… salud y salud con el Asti que pareció durarnos una eternidad. Lo maravilloso de los espumosos es que son acompañantes perfectos para la comida, así que lo disfrutamos tanto con la entrada, como con los platos fuertes y hasta una copa nos alcanzó para el postre.

Nos merecíamos pedir uno para cada quién. Yo el fondante de chocolate con relleno caliente acompañado de una bola de helado de vainilla y Ana los profiteroles rellenos de helado y bañados de jarabe de chocolate.

Todo el tiempo la atención fue de primera, rápida cordial y eficiente.

-¿Un cafecito de Chiapas?, que venga pues, porque ya se nos acabó el Asti.

En sus french press individuales, el café fue un elixir que nos dejó satisfechas. Lo único es que el tiempo de entrega de la cuenta y la factura, desentonan con la excelencia que vivimos toda aquella tarde junto con un desagradable olor a pescado muy fuerte que nos llegó de la cocina casi al salir del lugar. Si corrigen eso, será de mis lugares favoritos por siempre.

Dudas, sugerencias, comentarios al siguiente correo:
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